Recensión de Tony Little, Cómo educar con inteligencia

Recensión de Tony Little, Cómo educar con inteligencia, Rialp, Madrid, 2016, 192 pp. Publicada en Estudios sobre Educación, nº 32, 2017, pp. 228-230

María Rosa Espot
Tony Little estudió en Eton, el prestigioso colegio masculino británico al que regresó al cabo de unos años como director (2002-2015). Con anterioridad había sido profesor en varios colegios ingleses y en dos de ellos director. Tras dirigir —durante 26 años— tres colegios bastante diferentes entre sí (mixtos, masculinos, internados y no internados), Little escribe este libro —dirigido a padres y profesores— en el que aspira a responder a tres cuestiones sobre las que a menudo le han preguntado: "¿Qué es lo que hace que un colegio sea bueno?, ¿qué he aprendido de los adolescentes en todo este tiempo?, y ¿qué hace exactamente el director de un colegio?" (p. 12). Tony Little ha trabajado además en diversas instituciones educativas públicas y privadas. Desde 2015 es el Director de Educación de la compañía internacional Global Education Management Systems.

El libro está organizado en una introducción, once capítulos y un apartado final de agradecimientos. En el capítulo primero, Little plantea si la educación que deseamos "ha de llegar a nuestros jóvenes a través de una instrucción formal (…) o se trata más bien de alimentar todo lo posible las habilidades naturales de cada uno" (p. 17). Little aboga por un equilibrio entre ambas cosas. Sin embargo, no está de acuerdo con la creencia "optimista de la sociedad" de que "los seres humanos realmente irán en busca de una educación cuando verdaderamente les apetezca" (p. 19).

El capítulo segundo está dedicado a la excelencia del profesor. "Los profesores —afirma Little— deberían ser profesionales excelentemente cualificados y, como consecuencia, saber ganarse el respeto" (p. 27). Para Little, lo que distingue a los mejores profesores tiene que ver con la formación continua, la confianza —que "nace de algo más que de la capacidad profesional" (p. 27)—, el entablar una relación alegre y eficaz con los alumnos, la entrega personal del profesor y el convencimiento profundo de lo que está haciendo. En definitiva, su vocación.

En los capítulos tercero y cuarto, el autor centra su atención en los adolescentes: su capacidad real, su imagen pública, sus desconcertantes cambios de humor y de apetencias, sus comportamientos y los enormes cambios que existen en la estructura de la corteza cerebral en el período de la adolescencia. Convencido de que "para un adolescente, una simple negativa nunca funciona a largo plazo" (p. 60), Little ahonda en cómo abordar el tema del sexo y la pornografía con los adolescentes, y sugiere —además de estar atentos— qué deben hacer los padres y cómo pueden ayudar los colegios en los asuntos de drogas y bebida.

Para Little, hay dos cuestiones escolares básicas (capítulo quinto) que influyen en gran medida en el éxito académico de los estudiantes: una es "la calidad de su relación con sus profesores" (p. 83); y la otra "una buena disciplina en el aula. Sin ella, —advierte el autor— las mejores intenciones, iniciativas y programas naufragan y acaban hundiéndose" (p. 87). Asimismo, considera importante que los adolescentes "comprendan que los actos siempre tienen consecuencias, y que afectan a la vida de otras personas" (p. 93). En este sentido, los castigos o sanciones —afirma— pueden ser sorprendentemente beneficiosos, si se aplican como es debido (p. 92). En cuanto a los contenidos curriculares, para "competir en una economía globalizada en un mundo lleno de tecnologías", Little (capítulo sexto) califica de razonable animar a los jóvenes a comprometerse más con asignaturas relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, pero sin infravalorar las humanidades a las que considera esenciales para el desarrollo de la imaginación (p. 102). "Valorar la convivencia" es la vía específica que el autor propone (capítulo séptimo) para que los alumnos puedan experimentar la dimensión espiritual del hombre (p. 119).

"Elegir colegio es tarea de los padres" (p. 155). A ellos les toca tener en cuenta muchos aspectos antes de tomar esta decisión. Aunque esta decisión —asegura Little— se toma más con el corazón que con la cabeza, en los capítulos octavo y noveno el autor centra la atención en aspectos, enfoques, cuestiones, estilos y teorías pedagógicas que él considera realmente importantes para que un colegio sea eficaz, y aconseja vivamente a los padres la importancia que tiene no convertir en factor determinante elementos o cuestiones que no lo son. Little cierra el libro deteniéndose en las tareas propias de un director de colegio y las actitudes necesarias que requiere tal condición (capítulo décimo). Finalmente (capítulo undécimo), presenta diez interesantes preguntas que él se formularía si estuviera considerando qué colegio elegir para su hijo.

El autor en esta obra apenas recurre a autores referentes —de renombre— en el ámbito de la educación. Su fuerza está en que lo que dice se basa en lo que ha experimentado y ha observado durante muchos años de profesión y en su reflexión personal. La calidad profesional del profesor, saber escuchar al alumno, lograr una buena relación con él, alcanzar la disciplina en el aula, observar, dedicar tiempo a la reflexión, son cuestiones que aparecen de manera reiterada a lo largo del libro de Little. Esto pone de manifiesto la gran importancia que el autor concede a esas cuestiones cuando trata de explicar qué es lo que hace que un colegio sea bueno en este mundo en continuo cambio.

El libro está editado correctamente, aunque con alguna errata. Se lee con facilidad. Contiene numerosas anécdotas vividas por el autor en primera persona y otras vividas por otros profesores, lo que confiere al texto gran amenidad, y aporta numerosas pistas —a padres, a profesores y por supuesto a directores de colegio— sobre cómo proceder en determinadas situaciones con adolescentes.