Disfrutar en el aula
Publicado en Vanguardia Educativa (Monterrey, México), nº 27, 2017
María Rosa Espot y Jaime Nubiola
Proyectos espectaculares, todas las nuevas tecnologías, horarios maravillosos, aulas extraordinariamente equipadas, premios, aplausos y reconocimientos por parte de diversos organismos, en modo alguno garantizan al profesor —ni tampoco al alumno— disfrutar en el aula. De hecho, hay profesores que disponen de todo eso y no lo logran. El origen del gozo de un profesor en el aula es mucho más profundo; por así decir, es de otro orden.
Lamentablemente son muchos los profesores que desconocen ese sentir deleitoso y sobre todo tan efectivo en la tarea educadora. Como decía en una entrevista la nadadora olímpica Mireia Belmonte, "cuando disfrutas es cuando mejor te salen las cosas". ¡Qué gran verdad!
El gozo del profesor en el aula tiene que ver con sus ganas de aprender y de trabajar bien, con saber ponerse en los zapatos de sus alumnos, con el modo de reaccionar y de relacionarse con ellos, con saber estar en los detalles y por supuesto con el esfuerzo personal para sacar adelante la importantísima tarea que la sociedad le ha confiado. Para disfrutar en el aula hay que amar con la cabeza y el corazón la profesión docente.
No basta querer ser un buen profesor, sino que hay que saber serlo. Si eso realmente lo queremos, pondremos todas nuestras capacidades y todo nuestro esfuerzo para conocer a fondo en qué consiste y qué comporta la profesión docente, y es entonces cuando estaremos en disposición de poder disfrutar en el aula, de trabajar a gusto. Cuando uno disfruta con lo que hace —y el trabajo en el aula no es una excepción— es señal de que ha acertado en la elección y que lo hace bien.
Profesores que disfrutan en el aula
Los profesores que disfrutan en el aula son personas convencidas de que han acertado totalmente en la elección de su trabajo profesional. Ser profesor o profesora es para ellos o ellas una de las mejores cosas que les ha pasado en su vida. Son personas persuadidas de que tienen la mejor profesión del mundo. Aman lo que hacen y son lo que les gusta ser. Según van pasando los años —al contrario de lo que muchos y muchas piensan— el gozo que les produce el aula es cada día mayor y más profundo.
Por supuesto son conscientes de que hay días cansados, pero siempre preciosos. El cansancio no les impide disfrutar. Esto hace pensar en lo enraizado que está en el alma el gozo que produce algo que esos profesores y profesoras consideran primordial en todas y cada una de sus jornadas: la tarea bien hecha. Nada ni nadie puede arrebatarles ese gozo. Son personas que sonríen y de buen humor, pero sobre todo sintonizan con la alegría propia y natural de la gente joven y con sus ganas de vivir.
A los profesores —tanto ellos como ellas— que disfrutan en el aula les caracteriza su empeño personal por ser mejor. Son puntuales, no se quejan de que tienen clases, ni buscan compensaciones al aburrimiento en el aula —entretenerse en los pasillos, chequear continuamente el móvil, por poner dos ejemplos— porque no padecen ese hastío. De hecho, las horas se les pasan volando, casi sin darse cuenta. En clase "están presentes" en todo momento, es decir, toda su atención —lejos de sus cuestiones personales particulares— está puesta en sus alumnos a los que tratan siempre con cordialidad y afectuosidad sin exclusiones de ningún tipo. La relación con sus alumnos es excelente.
Ni que decir tiene que a esos profesores les gusta y dominan la materia que imparten, vibran con ella y logran contagiar a sus alumnos las ganas de aprender. Son buenos comunicadores. En este sentido, no solo transmiten conocimiento a sus alumnos, sino que además les transmiten emociones. Gozan de prestigio profesional y personal, y son depositarios de la confianza de sus alumnos; ambas cosas —prestigio y confianza— les convierte en referentes incuestionables para ellos. Son los mejores profesores.
Los profesores que disfrutan en el aula —apasionados de su trabajo— no aspiran a ser famosos. Viven con la ilusión de que sus alumnos lleguen muchísimo más lejos que ellos.
Cómo repercute en los alumnos
Todos los profesores antes de serlo hemos sido alumnos. Por lo tanto todos sabemos lo que significa tener un profesor que disfruta o no en el aula. Es más, quizás algunos de nosotros elegimos estudiar una carrera concreta movidos por el arrebatador entusiasmo de un profesor capaz de llevar la pasión por su materia más allá de sus aulas. Como explica el escritor francés Daniel Pennac en Mal de escuela, esos profesores son de los que sin discursear a los alumnos sobre sus métodos didácticos, el alcance de su docencia o sus éxitos académicos particulares, dejan huella en algunos de sus alumnos. Pennac —graduado en letras, profesor de literatura y escritor— reconoce haber sido uno de esos alumnos con esa huella en su persona. De hecho, fueron tres los profesores que en los últimos años de su escolaridad cambiaron el rumbo de su vida. Así lo cuenta en Mal de escuela:
"Solo sé que los tres estaban poseídos por la pasión comunicativa de su materia. Armados con esa pasión, vinieron a buscarme al fondo de mi desaliento y me soltaron una vez que tuve ambos pies sólidamente puestos en sus clases, que resultaron ser la antecámara de mi vida. Eran artistas en la transmisión de su materia. No intentaban impresionarnos. No eran de esos profesores que se vanaglorian de su ascendiente sobre una tropa de adolescentes faltos de imagen paterna. […] habrían sido los primeros sorprendidos al saber que, cuarenta y cinco años más tarde, uno de sus alumnos, convertido en profesor gracias a ellos, les habría levantado una estatua solo por haber sido su discípulo. Esos profesores no compartían con nosotros solo su saber, sino el propio deseo de saber. Y me comunicaron el gusto por su transmisión."
Sin duda, para Pennac el método no basta. Para nosotros tampoco. La buena docencia es muchísimo más. Disfrutar en el aula no es una cuestión vana para el profesor ni para sus alumnos. Disfrutar en el aula tiene mucho que ver con la buena docencia. El profesor que disfruta en el aula, goza de su materia con pasión comunicativa y goza de una relación excelente con sus alumnos; por su parte ese gozo es altamente grato e inmensamente beneficioso para el aprendizaje de cada uno de sus alumnos en particular.
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María Rosa Espot (Barcelona) es licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Barcelona y doctora en Humanidades por la Universitat Internacional de Catalunya. Desde 1978 es profesora en el Colegio La Vall en Bellaterra, Barcelona, España. Es autora de los libros La autoridad del profesor. Qué es la autoridad y cómo se adquiere (2006); en colaboración con J. Nubiola, Aprender a divertirse (2011) y Cómo tomar decisiones importantes (2016). Contacto: mrespot@la-vall.org
Jaime Nubiola (Barcelona, 1953) es profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra, España. Entre sus libros se cuentan El taller de la filosofía, Pensar en libertad, Invitación a pensar y en colaboración con F. Zalamea, Peirce y el mundo hispánico. Es director del Grupo de Estudios Peirceanos. Contacto: jnubiola@unav.es
Lamentablemente son muchos los profesores que desconocen ese sentir deleitoso y sobre todo tan efectivo en la tarea educadora. Como decía en una entrevista la nadadora olímpica Mireia Belmonte, "cuando disfrutas es cuando mejor te salen las cosas". ¡Qué gran verdad!
El gozo del profesor en el aula tiene que ver con sus ganas de aprender y de trabajar bien, con saber ponerse en los zapatos de sus alumnos, con el modo de reaccionar y de relacionarse con ellos, con saber estar en los detalles y por supuesto con el esfuerzo personal para sacar adelante la importantísima tarea que la sociedad le ha confiado. Para disfrutar en el aula hay que amar con la cabeza y el corazón la profesión docente.
No basta querer ser un buen profesor, sino que hay que saber serlo. Si eso realmente lo queremos, pondremos todas nuestras capacidades y todo nuestro esfuerzo para conocer a fondo en qué consiste y qué comporta la profesión docente, y es entonces cuando estaremos en disposición de poder disfrutar en el aula, de trabajar a gusto. Cuando uno disfruta con lo que hace —y el trabajo en el aula no es una excepción— es señal de que ha acertado en la elección y que lo hace bien.
Profesores que disfrutan en el aula
Los profesores que disfrutan en el aula son personas convencidas de que han acertado totalmente en la elección de su trabajo profesional. Ser profesor o profesora es para ellos o ellas una de las mejores cosas que les ha pasado en su vida. Son personas persuadidas de que tienen la mejor profesión del mundo. Aman lo que hacen y son lo que les gusta ser. Según van pasando los años —al contrario de lo que muchos y muchas piensan— el gozo que les produce el aula es cada día mayor y más profundo.
Por supuesto son conscientes de que hay días cansados, pero siempre preciosos. El cansancio no les impide disfrutar. Esto hace pensar en lo enraizado que está en el alma el gozo que produce algo que esos profesores y profesoras consideran primordial en todas y cada una de sus jornadas: la tarea bien hecha. Nada ni nadie puede arrebatarles ese gozo. Son personas que sonríen y de buen humor, pero sobre todo sintonizan con la alegría propia y natural de la gente joven y con sus ganas de vivir.
A los profesores —tanto ellos como ellas— que disfrutan en el aula les caracteriza su empeño personal por ser mejor. Son puntuales, no se quejan de que tienen clases, ni buscan compensaciones al aburrimiento en el aula —entretenerse en los pasillos, chequear continuamente el móvil, por poner dos ejemplos— porque no padecen ese hastío. De hecho, las horas se les pasan volando, casi sin darse cuenta. En clase "están presentes" en todo momento, es decir, toda su atención —lejos de sus cuestiones personales particulares— está puesta en sus alumnos a los que tratan siempre con cordialidad y afectuosidad sin exclusiones de ningún tipo. La relación con sus alumnos es excelente.
Ni que decir tiene que a esos profesores les gusta y dominan la materia que imparten, vibran con ella y logran contagiar a sus alumnos las ganas de aprender. Son buenos comunicadores. En este sentido, no solo transmiten conocimiento a sus alumnos, sino que además les transmiten emociones. Gozan de prestigio profesional y personal, y son depositarios de la confianza de sus alumnos; ambas cosas —prestigio y confianza— les convierte en referentes incuestionables para ellos. Son los mejores profesores.
Los profesores que disfrutan en el aula —apasionados de su trabajo— no aspiran a ser famosos. Viven con la ilusión de que sus alumnos lleguen muchísimo más lejos que ellos.
Cómo repercute en los alumnos
Todos los profesores antes de serlo hemos sido alumnos. Por lo tanto todos sabemos lo que significa tener un profesor que disfruta o no en el aula. Es más, quizás algunos de nosotros elegimos estudiar una carrera concreta movidos por el arrebatador entusiasmo de un profesor capaz de llevar la pasión por su materia más allá de sus aulas. Como explica el escritor francés Daniel Pennac en Mal de escuela, esos profesores son de los que sin discursear a los alumnos sobre sus métodos didácticos, el alcance de su docencia o sus éxitos académicos particulares, dejan huella en algunos de sus alumnos. Pennac —graduado en letras, profesor de literatura y escritor— reconoce haber sido uno de esos alumnos con esa huella en su persona. De hecho, fueron tres los profesores que en los últimos años de su escolaridad cambiaron el rumbo de su vida. Así lo cuenta en Mal de escuela:
"Solo sé que los tres estaban poseídos por la pasión comunicativa de su materia. Armados con esa pasión, vinieron a buscarme al fondo de mi desaliento y me soltaron una vez que tuve ambos pies sólidamente puestos en sus clases, que resultaron ser la antecámara de mi vida. Eran artistas en la transmisión de su materia. No intentaban impresionarnos. No eran de esos profesores que se vanaglorian de su ascendiente sobre una tropa de adolescentes faltos de imagen paterna. […] habrían sido los primeros sorprendidos al saber que, cuarenta y cinco años más tarde, uno de sus alumnos, convertido en profesor gracias a ellos, les habría levantado una estatua solo por haber sido su discípulo. Esos profesores no compartían con nosotros solo su saber, sino el propio deseo de saber. Y me comunicaron el gusto por su transmisión."
Sin duda, para Pennac el método no basta. Para nosotros tampoco. La buena docencia es muchísimo más. Disfrutar en el aula no es una cuestión vana para el profesor ni para sus alumnos. Disfrutar en el aula tiene mucho que ver con la buena docencia. El profesor que disfruta en el aula, goza de su materia con pasión comunicativa y goza de una relación excelente con sus alumnos; por su parte ese gozo es altamente grato e inmensamente beneficioso para el aprendizaje de cada uno de sus alumnos en particular.
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María Rosa Espot (Barcelona) es licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Barcelona y doctora en Humanidades por la Universitat Internacional de Catalunya. Desde 1978 es profesora en el Colegio La Vall en Bellaterra, Barcelona, España. Es autora de los libros La autoridad del profesor. Qué es la autoridad y cómo se adquiere (2006); en colaboración con J. Nubiola, Aprender a divertirse (2011) y Cómo tomar decisiones importantes (2016). Contacto: mrespot@la-vall.org
Jaime Nubiola (Barcelona, 1953) es profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra, España. Entre sus libros se cuentan El taller de la filosofía, Pensar en libertad, Invitación a pensar y en colaboración con F. Zalamea, Peirce y el mundo hispánico. Es director del Grupo de Estudios Peirceanos. Contacto: jnubiola@unav.es